¿Quién no conoce a Gargantúa?
El origen de este personaje de debe a la pluma de François Rabelais, que escribió el libro La divertida y alegre historia del gran gigante Gargantúa, y que le costó a su autor ser tratado por la iglesia católica como hereje. Pero dejemos al Gargantúa francés, y continuemos hablando del bilbaino. Su primera aparición se produce en las fiestas de agosto de 1854. La idea de la creación de este personaje es obra de una cuadrilla de jóvenes, conocidos como los de la «Pastelería», ya que se reunían en la pastelería «El suizo», pensando en añadir algo nuevo a las fiestas del mes de agosto. Aunque se desconoce el nombre de la persona que lo ideó, si que conocemos a quien los construyó, el «Bombero» Echaniz, que además ser un héroe en el incendio que se originó en la calle del Correo, donde perdió la vida, era carpintero.
Este primer Gargantúa fue destruido en 1874 por una bomba en la guerra carlista. Unos cuantos años más tarde, concretamente en 1896, aparece el segundo Gargantúa, creado en Atxuri por Higinio Basterra en los talleres Basterra-Larrea y que desaparece de los programas festivos bilbainos en torno a 1907.
El tercer Gargantúa se presenta junto a los nuevos Gigantes y Cabezudos en 1934 y que, al igual que el anterior, también se construye en Atxuri. En 1950 hará su última aparición en los programas de fiestas de Bilbao, quedando abandonado en unos talleres de Deusto pasto de la ratas.
Hubo que esperar 12 años para volver a ver recorrer al Gargantúa por las calles de la Villa. Radio Bilbao lleva la batuta, y manda construir (con el apoyo de los bilbainos) un nuevo Gargantúa y otra serie de Gigantes y Cabezudos, esta vez en unos talleres de Bolueta por Tomás Martínez de Arteaga y José Luis Teresa, y es presentado en 1962 en un multitudinario desfile por la Gran Vía bilbaina.
En 1986, Pedro Goiriena construye un nuevo Gargantúa que solo estará presente en la villa en las fiestas de ese mismo año. Debido a diferentes problemas (la boca de este nuevo gigante era demasiado pequeña) es trasladado al lugar en el que se creó para realizar las oportunas reformas pero un incendio lo destruye.
En 1988, el ayuntamiento vuelve a encargar otro Gargantúa que no tiene una buena acogida por parte del público debido a su aspecto amable y perfil caricaturesco, además de detalles como el hecho de no cerrar la boca como sí hacía el anterior. A pesar de ello es el habitual en la Aste Nagusia.